martes, 9 de marzo de 2010

To be or not to be

En la próxima entrada, comentaremos las diferentes adaptaciones cinematográficas de el gran soliloquio de Hamlet de William Shakespeare. Después de la caricatura encontrarán el texto original seguido de una traducción al español.

William Shakespeare

To be, or not to be (from Hamlet 3/1)

To be, or not to be: that is the question:

Whether 'tis nobler in the mind to suffer

The slings and arrows of outrageous fortune,

Or to take arms against a sea of troubles,

And by opposing end them? To die: to sleep;

No more; and by a sleep to say we end

The heart-ache and the thousand natural shocks

That flesh is heir to, 'tis a consummation

Devoutly to be wish'd. To die, to sleep;

To sleep: perchance to dream: ay, there's the rub;

For in that sleep of death what dreams may come

When we have shuffled off this mortal coil,

Must give us pause: there's the respect

That makes calamity of so long life;

For who would bear the whips and scorns of time,

The oppressor's wrong, the proud man's contumely,

The pangs of despised love, the law's delay,

The insolence of office and the spurns

That patient merit of the unworthy takes,

When he himself might his quietus make

With a bare bodkin? who would fardels bear,

To grunt and sweat under a weary life,

But that the dread of something after death,

The undiscover'd country from whose bourn

No traveller returns, puzzles the will

And makes us rather bear those ills we have

Than fly to others that we know not of?

Thus conscience does make cowards of us all;

And thus the native hue of resolution

Is sicklied o'er with the pale cast of thought,

And enterprises of great pith and moment

With this regard their currents turn awry,

And lose the name of action. - Soft you now!

The fair Ophelia! Nymph, in thy orisons

Be all my sins remember'd.

___ Traducción de Rafael Pombo

¡Ser, o no ser, es la cuestión! -¿Qué debe

más dignamente optar el alma noble

entre sufrir de la fortuna impía

el porfiador rigor, o rebelarse

contra un mar de desdichas, y afrontándolo

desaparecer con ellas?

-

Morir, dormir, no despertar más nunca,

poder decir todo acabó; en un sueño

sepultar para siempre los dolores

del corazon, los mil y mil quebrantos

que heredó nuestra carne, ¡quién no ansiara

concluir así!

-

¡Morir... quedar dormidos...

Dormir... tal vez soñar. -¡Ay! allí hay algo

que detiene al mejor. Cuando al mundo

no percibamos ni un rumor, ¡qué sueños

vendrán en ese sueño de la muerte!

-

Eso es, eso es lo que hace el infortunio

planta de larga vida. ¿Quién querría

sufrir del tiempo el implacable azote,

del fuerte la injusticia, del soberbio

el áspero desdén, las amarguras

del amor despreciado, las demoras

de la ley, del empleado la insolencia,

la hostilidad que los mezquinos juran

al mérito pacífico, pudiendo

de tanto mal librarse él mismo, alzando

una punta de acero? ¿quién querría

seguir cargando en la cansada vida

su fardo abrumador?...

-

Pero hay espanto

¡allá del otro lado de la tumba!

La muerte, aquel país que todavía

está por descubrirse,

país de cuya lóbrega frontera

ningún viajero regresó, perturba

la voluntad, y a todos nos decide

a soportar los males que sabemos

más bien que ir a buscar lo que ignoramos.

-

Así, ¡oh conciencia!, y la ardiente

resolución original decae

al pálido mirar del pensamiento.

Así también enérgicas empresas,

de trascendencia inmensa, a esa mirada

torcieron rumbo, y sin acción murieron.


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