La novela de Lolita, de Navokov, es contada en primera persona. Se trata de las memorias de un hombre maduro que en todo momento busca una autojustificación. Todo es visto y narrado desde su punto de vista, es un relato totalmente focalizado. Es posible que esta narración haya utilizaco un recurso literario frecuente: escribir (y leer) como si estos textos hubieran sido hallados y editados por un especialista. Por ejemplo, pareciera que un doctor especializado en perversiones sexuales ha editado esta información con un interés documental.
En este caso, es esta posición parcial la que resulta escandalosa. Un caso de abuso es narrado desde el punto de vista del abusador y, por lo tanto, lo que se nos presenta es una constante justificación del abuso. El narrador supone que el lector ha de entender el transcurso de las acciones, pero siempre tiene que tenerse en mente que este mismo narrador, y por lo tanto la totalidad de la narración, no son de fiar. Lolita se trata de un narrador infiable.
Desde el comienzo de la novela encontramos indicios de una obsesión erótico-patológica. Es un comienzo desde la aliteración; el escritor repite incansablemente las sílabas que componen el nombre Lolita: “Lo-lee-ta”. Es esta una cuestión fonética, verbal: es el ejercicio verbal de un hombre entregado al juego de palabras y su sonido. Tal vez empezando así, nos da la referencia que motive el interés para seguir la obra.
Cuando Navokov entregó le entrega la historia a Kubrick, le pidió un guión. Navokov le da un guión de 400 páginas, que acaba reduciendo a 200. La primera versión contenía intentos de transportar una serie de recursos literarios al cine mediante una producción con efectos anómalos de cámara.
Navokov decide publicar el guión, ya que consideró que Kubrick lo había traicionado haciendo otra cosa.
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